A la hora de crear o implantar prestaciones, servicios o infraestructuras susceptibles de ser utilizadas por una amplia mayoría de la sociedad elegir entre lo público y lo privado es y ha sido siempre una decisión difícil que ha sido resuelta en demasiadas ocasiones sobre una base doctrinal y de opinión, en lugar de atacar el problema desde una perspectiva racional que asegure la mejor solución para todos los interesados, y subrayo lo de todos ya que con demasiada frecuencia se restringe este universo de forma interesada para favorecer otros intereses, dando lugar a las famosas externalidades que alguien, normalmente el conjunto de la sociedad presente o futura, debe soportar para que la operación tenga sentido y sea rentable.
Existe un conocimiento limitado de este concepto de las externalidades y esto condiciona la evaluación global de muchos proyectos y servicios. Aunque sea de una forma somera tratare de dejar claro a que nos referimos con externalidades mediante un ejemplo.
Imaginemos que estemos considerando crear una presa en una zona idónea del interior de nuestro país para embalsar agua y poder utilizarla para dar servicio en el periodo estival a las poblaciones turísticas de la costa y que le encargamos a una ingeniería que nos elabore el presupuesto de la misma.
Normalmente, el presupuesto contemplaría conceptos como:
– Costes de movimiento de tierras para preparar el terreno para la obra
– Costes de construcción de la obra en sí misma
– Costes de los materiales empleados en la obra: Hierro y cemento principalmente
– Costes de transporte de todos los materiales
– Costes de mano de obra
– Costes de los equipos de gestión de la misma
– Costes de los equipos de generación de electricidad, suponiendo que queramos aprovechar el salto de agua para producir energía eléctrica
– Costes de conexión de los generadores con la red de transporte de la energía eléctrica
– Costes de construcción de los elementos auxiliares
– Costes de construcción de las vías de acceso
– Otros costes relacionados con la construcción
La suma de estos costes sería lo que deberíamos desembolsar si queremos ejecutar la obra y disponer de tal presa para contar con la capacidad de gestionar un recurso tan valioso como el agua en zonas de régimen pluvial irregular como puede ser la cuenca mediterránea.
Sin embargo, ¿qué ocurre si queremos poner en explotación tal infraestructura?
Pues ocurre que, adicionalmente a los costes de la propia obra, aparecen un sinfín de otros costes que se deberán soportar ahora para ponerla en servicio y, en un futuro, para mantenerla en funcionamiento.
De este modo, deberemos considerar que la puesta en servicio de la presa construida producirá inevitablemente la anegación del valle que acoge la parte de curso del rio que queda por encima del obstáculo construido para recoger el agua que utilizaremos para el propósito que sea, simple almacenamiento, regulación del caudal, o generación de electricidad.
Y con la anegación de tal parte del territorio se hará necesario, posiblemente, desviar y reconducir todo tipo de infraestructuras, carreteras, vías de ferrocarril, tendidos eléctricos, conducciones de todo tipo para evitar la superficie inundable.
Si la zona inundable incluye alguna población deberemos igualmente proceder a trasladar a su población y sus medios de subsistencia: empresas, fábricas, talleres, granjas, huertas con sus muebles, vehículos y herramientas de todo tipo.
En épocas como la que estamos viviendo se tiende a obviar estos factores para facilitar la toma de decisiones, presuntamente necesarias pero de difícil justificación si se contempla el panorama completo.
Lo estamos viendo en muchos aspectos de la actualidad:
¿Se habría construido más de un aeropuerto de los que ahora se están cerrando o, simplemente, que nunca se inauguraron, de haberse hecho este análisis?
¿Tiene sentido la privatización de la sanidad que estamos viviendo progresiva e incesantemente en nuestro país si la analizamos desde este punto de vista?
¿Reformas como la del mercado laboral, de las pensiones, de la educación soportarían un análisis mínimamente global o son puras acciones estéticas que pretenden esconder un giro dogmático y doctrinal?
La creación del Sareb, o banco malo, ¿ha sido evaluado así o, simplemente, es otra jugada propia de un trilero?, en la que se cambian rápidamente las posiciones de los cubiletes para esconder al pardillo un hecho simple pero implacable: la bola ha sido retirada y elija la opción que elija, perderá.